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Consciencia crítica, valor principal

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todo oídosMuchos han hecho de la palabra crítica un cliché, fundamentado en los temores por la revelación de deficiencias, conformismos y actuaciones mediocres.  Y cierta fauna burocrática, cuando la escucha, acude al médico o al hechicero para alejar desgracias. 

Pero esta vez me refiero a la conciencia crítica, como sentimiento interior por el cual el ser humano es capaz de apreciar su propio valor y capacidades, y reconocerlos en las demás personas.

En lo cotidiano, la ausencia de un pensamiento crítico colectivo es palpable. Si el parque recién construido es objeto de la destrucción y el descuido; si el ómnibus nuevo es rayado, maltratado; si los aditamentos del baño público o del hospital son sustraídos, incluso en presencia de testigos, se hace evidente la desvalorización de una colectividad, que prefiere sus bienes victimizados antes de crearse problemas personales y colectivos. En ese caso, falló la conciencia crítica.

No se trata de arrogarse la actitud del gallo -valiente y con pocas entendederas- ni ser dueño de comentarios fuera de contexto, o el adalid que discursa improperios en el bar de la esquina, entre efluvios y tonadas.

Conciencia crítica es, además, asumir la necesidad de educar para la vida, ahorrar para tener, invertir para avanzar,  administrar con inteligencia  los recursos materiales y establecer relaciones más benévolas con la naturaleza para no comprometer el futuro.

Se ha preguntado usted ¿cuánto invierte el país en comprar ómnibus que, una vez puestos en explotación, apenas duran cuatro o cinco años?   Como estas hay cientos de interrogantes que van, desde los pupitres escolares, los equipos de cómputo en una entidad administrativa hasta el caos de los desechos que arrojamos sin control en calles, caminos, bosques y ríos.

Es imprescindible señalar que la sociedad debe pronunciarse por conferir mayor relevancia a la conciencia crítica de sus ciudadanos, para no crear falsas interpretaciones de valores como la tolerancia, la solidaridad, el respeto a los demás y la justicia.  Frases como “lo de todo el mundo, no es de nadie”, “déjalo que se defienda” y “eso es de Liborio” constituyen el caldo de cultivo para la confusión y conducen a una realidad que nada tiene que ver con lo próspero. 

En estos precisos momentos la construcción de una actitud  consecuente con la responsabilidad social  de cada uno de nosotros es labor fundamental para autoedificarnos como personas capaces de emprender verdaderos cambios para bien de la sociedad, los individuos y los intereses nacionales.

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