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Marlindia, una mujer entre terneros

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marlindia terneros

Las manos de Marlindia González Herrera, destilan ternura cuando acaricia uno de “sus” terneros o simplemente las alarga para ofrecerles alimento.

Al arribo de los tres meses, todos los becerros nacidos en la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Ganadera, Santa Lucía, reciben sus atenciones.

Cuando apenas brillaban los primeros rayos del sol y sobre la hierba resplandecía aún el rocío de la noche, llegué a los predios de la entidad.

En la lechería el ajetreo era intenso al tratar de hacer salir las vacas del corralón, al potrero para pastar, después del ordeño.

Presta a ofrecer su ayuda si hacía falta, encontré a Marlindia moviéndose de un lado a otro entre las mansas reses, acostumbradas a la presencia humana.

Más tarde, sentadas en pequeños bancos, a la sombra de la vaquería, con suave y pausado hablar, me contó su historia de cuidadora de terneros que era interrumpida, de vez en vez, por el ladrido de algún can o el mugido del ganado.

“Incontables son los que he visto crecer aquí y convertirse en novillos y vacas lecheras”, dice la humilde mujer.

Llegó al lugar para hacerse cargo de una tarea que no le resultó difícil ni siquiera al comienzo; procede de una familia campesina y de ahí su vínculo con la actividad.

Armada sólo de sus botas de goma, que le cubren hasta la mitad de la pierna, dispuesta se enfrentó a la tarea. No le temía a los animales, ni le preocupaba las condiciones en que debía hacer su trabajo.

Llena de sentimiento me contó cómo una vez se enfermó una ternerita, parecía que iba a morir; Marlindia armó una parihuela en el piso de una casita donde guardan algunos utensilios.

Le daba de comer de su mano. La cargaba en un vagón y la llevaba a la madre, de quien se alimentaba apoyada en la propia pierna de su cuidadora.

Un día al llegar a la vaquería encontró una gran sorpresa, la ternera se había levantado y salido de la casita.

“Le pusieron mi nombre; ya parió una vez y está para otra”.

La vaca “Marlindia” está en el potrero, pero cuando la traen para el ordeño, siempre recibe el cariño de aquella mujer que la cuidó.

A muchos terneritos les pone nombres, de acuerdo a su origen, como ejemplo pone una vaca que le dicen “la vaca de Pascual”, porque una vez se salió del corral y le comió la comida de los cerdos a un señor que se llama así.

“Y Pascual, le pusimos al ternero”, dice sonriendo.

En el transcurso de la conversación Marlindia habló con cariño de sus compañeros de trabajo, a los que ama “como a hermanos” y de su administración, que “siempre está al tanto de todo”, ya sean problemas de trabajo o personales de los obreros.

Tras la despedida, quedó allí en el paraje silencioso, sólo entrecortado por el bramido de los pequeñas crías, de las vacas que amamantan o las lejanas voces de los monteros.

(Tomado de Radio Minas)

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