Las medidas llegaron en un momento difícil para incentivar la producción de alimentos y los que deben aclimatarlas al “surco”, deben afinar el derrotero para no perderse en el trayecto. Como todo el país, Mantua también identificó problemas estructurales, organizativos, productivos y socioeconómicos, que por años lastraron - y lastran- la misión del sector agropecuario.
Un escenario epidémico y el infame e innegable bloqueo, exigen respuestas inteligentes que alivien el pesado fardo de la importación de alimentos en el país, superior a los 1 000 millones de dólares anuales.
Por otra parte, alimentos tradicionales que lejos de disminuir en la demanda anual se consolidan como obligatorios en la mesa del cubano: arroz en primer lugar, después frijoles, carne de cerdo y más recientemente el pollo, que sigue siendo de importación, y, por supuesto, las viandas, cada vez más salteadas en los mercados locales, actualmente en menos de 20 libras per cápita por habitante.
Algunas de las medidas responden a asuntos puntuales como la producción de leche y carne. Esta última con la primera respuesta, “El sacrificio de ganado - según Norberto Cruz, director de ganadería en Mantua- ha de estimular el crecimiento de la masa vacuna. Esto, lógicamente hará que la producción de leche también crezca, recuerda que el campesino no sacrifica las hembras, solo los toros”.
En el mercado local se realizaron las primeras ventas y aunque no todos los productores están en condiciones de sacrificar animales, hasta tanto no cumplan lo indicado, las autoridades consideran que la tarea avanzará con éxito en los próximos dos años.
“Muchos que no entraron en el primer contrato - argumenta Eduardo Perera- delegado local de la Agricultura- ahora me han dicho por lo claro que lo lamentan. Otros ya se están preparando para hacer crecer el número de reses, así que habrá carne y leche, aunque es un proceso que admito, no será para mañana mismo”.
Otro asunto es la producción de viandas, hortalizas y granos. Hoy la agricultura de Mantua trabaja por consolidar la producción de yuca con 1 200 hectáreas y la malanga, cultivo tradicional en el territorio que, en los últimos 10 años, sufrió contracciones significativas.
“Por el momento- continúa- y a raíz de las medidas, hemos localizado a los mejores productores del territorio y le dimos la misión y los medios para rescatar la malanga, por su importancia para la población, su uso en hospitales y los círculos infantiles. Se está avanzando en este sentido y a finales de este año tendremos resultados palpables en las primeras 101 hectáreas.”
En el caso de la producción de granos, conspiran la ausencia de fertilizantes y químicos controladores de plagas; tal es el caso del maíz en Montezuelo, con grandes perjuicios en la presente campaña.
“Ha sido un año difícil en cuanto a recursos; ni abonos químicos, ni pesticidas y lógicamente los cultivos como el maíz sufrieron”, afirma Noel Hernández, director de Cultivos Varios de la Empresa Tabacalera.
Algo más por engrasar al calor de las medidas es el papel de las mini industrias conserveras. Aunque físicamente existen, aún distan mucho de convertirse en alternativa sólidas.
Pereda refiere, “Los problemas relacionados con la intermitencia de las producciones impiden que sean un pilar en la alimentación del territorio y si lo vemos con mirada estratégica, es un fallo sobre el que debemos prácticamente correr para solucionarlo”.
Ricardo Urquiola, profesor jubilado, plantea: “Siembro mi patio, porque aporta a mi familia, me mantiene ocupado y me da la satisfacción de ayudar a mis vecinos y a cuantos lo necesiten”.
En fin, son muchos los detalles para tan pocos recursos, ideas inamovibles y la novedad que supone cambiar, con lo difícil que es. Pero Mantua no renuncia a impulsar la agricultura para alcanzar cada vez más la soberanía y seguridad alimentaria y depender en menor medida de las importaciones.
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