La ganadería en Mantua fue una joya pinareña por décadas. Hoy existe un fuerte movimiento para recuperar los indicadores de los años 80 y aunque no será fácil, los hombres lo intentan a diario.
El paisaje entre los grandes pastizales, cambia. Dónde el marabú hacía estragos, resurgen las vaquerías típicas de blancos y rojos techos. En la número cinco, pintada y techada, se dan los últimos toques a la siembra de pasto y el sistema de ordeño mecanizado.
“Solo falta la electricidad para comenzar las pruebas del equipo y de ahí a aportar leche”. Así lo afirma, Norberto Cruz, director de la Unidad Empresarial de Base Emiliano Zapata, reconocida en los años 80 entre las más prósperas del país.
Sergio Ayala fue el administrador de la Cinco desde sus inicios. En su rostro surcado por el tiempo brilla la nostalgia convertida en lágrimas. “Fueron años y años de trabajar aquí y cumplir, y sobrecumplir los planes. A mi vaquería tenían que mandar la pipa grande, el Kamaz, para recoger la leche de la mañana, porque en el Zil V8 no cabía la producíamos. Y por la tarde era igual. Así era la ganadería en Mantua”
“Como puedes ver- dice Norberto- ya hay decenas de hectáreas sembradas de pasto, caña y otras especies proteicas, de modo que, cuando llegue el ganado, el ciclo de alimentación se garantice”.
No lejos de allí, en la vaquería tres, asistimos al ordeño vespertino que se realiza con las recién adquiridas máquinas. Esta actividad no ha sido vista en el territorio desde 1989.
“El ordeño mecánico- cuenta Norberto- está diseñado para que imite la succión semi continua del ternero, así las vacas no tienen el estrés que provoca el ordeño manual y dan más leche. Hasta el momento los planes se cumplen, y en ello tiene mucho que ver el equipo, que rinde bien, y la siembra de pastos que no se ha abandonado ni un momento: Sin estas estrategias no existiría posibilidad de recuperar la ganadería”- concluye.
Los animales en verdad están tranquilos; mientras la leche fluye por tuberías y bullones de vidrio hasta el Milk Keeper, aparato de frío que la conserva en perfecto estado hasta la llegada del camión cisterna.
En la recría del km 21 se trabaja para garantizar los reemplazos de las vacas lecheras y el ganado de ceba. Varias mujeres limpian los cuneros y alimentan a los terneros. “Los recibimos desde bien pequeños- dice Antonio López, el administrador- y nosotros hacemos de madre y padre. Cada uno tiene su nombre y su propio carácter; unos aprenden a comer más rápido y otros llevan el biberón por más tiempo.”
Al caer la tarde visitamos el cebadero de toros. En días recientes el ministro de la agricultura cubano, Gustavo Rollero, visitó esta instalación y se interesó por el proceso de recuperación que ya está en marcha. “A pesar de las dificultades, - apunta Norberto Cruz- avanzamos. Falta combustible, pero no se dejan de hacer cosas que no lo necesitan; mientras tanto sembramos pasto, limpiamos las instalaciones y adquirimos ganado de ceba.”
Hay optimismo y se refleja en el pensar de quienes trabajan en este centro. “Antes del periodo especial el cebadero tenía 5 000 toros de una vez- recuerda Luis Camejo Mena, ganadero y Héroe del Trabajo de la República de Cuba- hoy solo tenemos entre 200 y 300, pero llegará el momento en el que todas las naves funcionen y volvamos a llenar la instalación”.
Nos marchamos justo al caer la noche. Vamos conscientes del camino difícil que ha de recorrer la ganadería en el territorio, actividad que requiere tiempo, paciencia, recursos y la aplicación de la ciencia animal para avanzar. En los ganaderos de Mantua, herederos de más de 300 años de tradición, está la clave del éxito de esta empresa grande que hoy parece no más que un sueño, pero un sueño con futuro.
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