Cual escultor que da forma a la piedra, el maestro moldea personalidades, dotando de conocimientos, voluntad e ideas propias a sus pupilos; aportándoles un bagaje cultural, que les ayudará a desenvolverse y comprender, cada vez mejor, el mundo que los rodea.
Estos forjadores de hombres y mujeres regalan sabiduría y buenas maneras que nacen del ejemplo personal y su actuar consecuente, tanto dentro del aula como fuera de ella.
Tan alto es el prestigio del maestro, que suele nombrársele como fuente imposible de refutar, ante cualquier discusión, porque su palabra es ley.
Solemos recurrir a ellos en busca de consejo, damos por sentado que tienen la respuesta a todo problema, no importa si es sobre materia escolar o simplemente un amorío: el maestro debe saber. Por ello, no es nada raro escuchar entre los más pequeños el deseo generalizado de convertirse en maestros .
Pasan los años y con ellos, quizás la orientación vocacional cambie, no obstante, el sentido de responsabilidad, la preparación constante, esa capacidad para hacerse entender y el respeto que infunde a los demás, permanecen como metas invariables para conseguirlas.
Nada importa, si con el paso de los años nos convertimos en médicos, ingenieros, abogados, por una carrera militar o simplemente aprendemos, porque quien nos enseñó como paradigma a imitar, de todo modo es forjador de personalidades.
1- Que no debe utilizar un lenguaje ofensivo.
2- Que debe ajustarse al tema del artículo.
Redpinar se reserva el derecho a no publicar los comentarios que incumplan las políticas anteriores.