En una reciente reunión del Consejo de la Administración Provincial afloraron preocupaciones lógicas de la población sobre precios, infracciones y las actitudes que rayan en acciones antisociales o delictivas, pero cuando se ahondó en el problema la conclusión es que hay dejación o apatía en algunos municipios y eso involucra más en lo concreto a las Direcciones de Inspección y Supervisión.
Su director provincial Manuel Antonio Cueto Bejerano, sobre este tema fue categórico al afirmar que no reciben el apoyo de los territorios y esta es una labor pegada a la base, próxima a la población y genuina de los infractores y, a la larga, los ciudadanos sufren las consecuencias.
Se observan incongruencias, las estadísticas no mienten; cuando evaluamos el comportamiento de las supervisiones encontramos que este año, hasta el mes pasado, con excepción de tres, los ocho municipios restantes acusan sobrecumplimientos del plan, pero al ver los resultados propios de su encomienda social, algo dice que no anda bien.
Los que no cumplen son La Palma, con un 99,08 por ciento – muy cerca del supuesto éxito- ; San Luis, al 85,36 y Pinar del Río, inexplicablemente con solo el 27,48. Y este último no le hallamos una respuesta convincente, porque el solo hecho de estar en la capital provincial, donde hay mayor población, de la estable y la flotante, se supone que reúna las mayores adulteraciones de todo tipo.
Visto de manera global los elementos muestran estadísticamente que durante este año hay un retroceso con respecto a igual fecha del año anterior. Las supervisiones realizadas en 2018 alcanzaron 30 542 y en este solo 20 421.
Y para no agobiarlos con una retahíla de cifras, pretendemos expresar de la forma más abreviada como disminuyeron ostensiblemente los centros a inspeccionar, el número de multas, los apercibimientos y los infractores.
Si este año se originaron sustanciales cambios económicos, vinculados a las ventas y precios, si se sabe de los problemas en el cuadro higiénico sanitario, deficiencias en la limpieza y el ornato, en el transporte privado y el cuentapropismo en línea general, cómo es posible que haya menos dificultades.
En el centro de la ciudad, honestamente, podemos asegurar que en los últimos años ha cambiado algo el ornato público y la higiene comunal, pero no podemos decir lo mismo de los barrios, incluidos todos los territorios, sin embargo este año disminuyeron en 1878 supervisiones y 2049 multas.
En el trabajo por cuenta propia del año pasado hubo 12 374 supervisiones y 3052 multas, mientras que este solo fueron 1130 supervisiones (11 255 menos) y 543 multas contra 3052.
Quién lea la comparación anterior pensará que se trata de diferentes provincias, porque no es posible que con las oscilaciones recientes en lo comercial haya tan pocos inspeccionados y multados. Sobre la multa se aclara continuamente que no es la solución, no puede verse como castigo, sino como forma de esclarecer a los infractores que hacen algo incorrecto, porque realmente el monto de la multa nunca sufragará el daño hecho hasta que se descubrió.
Focalizamos dos tipicidades: el ornato e higiene comunal y el trabajo por cuenta propia, pero más o menos así se comportaron la actividad de transporte privado, los arrendamientos, los precios de manera general y otras acciones que pueden ser controladas y son propicias de violaciones.
Estamos analizamos a partir de solo un órgano de control, no podemos asegurar que las otras vías estén mejores o peores, pero lo importante es que la población muestra preocupación y comenta lo que sabe y lo que no.
No hay dudas de que urge eliminar el arraigo de la moda de “hasta que me cojan’’ y mucho menos que sigan con la ganancia de pescadores en charcos revueltos.
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