Ellos poco saben del bloqueo, porque sus padres se esfuerzan para que las carestías que provoca la política imperial no les marquen la inocencia. También porque el país donde viven moviliza esfuerzos y recursos para que la esperanza no decaiga y la sonrisa infantil esté presente cada mañana.
Todos van a la escuela porque es un derecho humano fundamental, que ningún ejército extranjero podrá arrebatarles. Por eso la solemnidad del primer día, en el que no faltaron poemas y discursos que recuerdan la eterna lucha de Cuba por haber escogido el camino de la independencia y la soberanía.
Junto a los pequeños que se inician en las letras, estuvieron los padres, emocionados y agradecidos. Entre los chicos, maestras y maestros, imprescindibles para formar las generaciones que comandarán el país, en el futuro.
Para este reportero, alguna vez situado entre los de las pañoletas, y con los años entre los padres que acompañaron a sus hijos el primer día del curso, más que un hecho de valor noticioso, la mañana del 3 de septiembre fue motivo para recordarse como el niño campesino que fue, con la inmensa suerte de haber nacido en esta isla.
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