La azotea que da frutos

Al igual que decenas de miles de cubanos, José Manuel Collera se dedica a trabajar la tierra. La diferencia es que no lo hace en una finca o un organopónico. Ni siquiera en un patio.
José Manuel es un agricultor de azotea.
En una parte del techo, cubriendo un área de siete metros y medio de largo por cinco de ancho, este pinareño que toda la vida laboró en el sector del transporte, se las ha ingeniado para cultivar tomate, pepino, habichuela, zanahoria, pimiento, col, espinaca, rábano, ají, orégano, ajo porro, cebollino...
En ocho pequeños canteros, protegidos del sol por una tela de nailon, inició las primeras siembras y luego iría sumando otros recipientes con materia orgánica, para agrandar este singular huerto.
Entre ellos, 50 cubos y cuatro cajas de plástico, dos macetas, cuatro segmentos de troncos de árboles.
«La idea surge porque yo vengo de una familia de campesinos y luego participé en más de 30 zafras y campañas de tabaco», explica.
Aficionado de toda la vida a los quehaceres del campo, José Manuel recuerda que durante décadas asistió a movilizaciones que se prolongaban por varios meses.
En ellas, afirma que llegó a recibir la condición de machetero millonario y fue premiado a finales de la década de 1980 con un viaje de estímulo a Checoslovaquia y a Bulgaria.
«Quiere decir que tengo experiencia, por el amor con que siempre trabajé la tierra», advierte. Incluso, recuerda que los tres últimos años antes de su jubilación, fue designado para atender una finca de autoabastecimiento de la Dirección Provincial de Transporte de Pinar del Río.
«Después que me jubilé, me dio por hacer algo y empecé a armar estos canteros y a sembrar maticas».
Tras 12 meses de faena, reconoce que él mismo es el primer sorprendido con los resultados.
«Es un pedacito, pero que resuelve mucho. Hay épocas en que no da chance a comernos todo lo que produce y tenemos que regalarle a la familia, a los vecinos o a los amigos que vienen de visita».
Desde la calle Frank País, en la ciudad pinareña, las plantas que sobresalen de su azotea despiertan la curiosidad de vecinos y transeúntes.
Especialmente las de maíz, que José Manuel cultiva en cubetas de plástico, con el doble propósito de contener las plagas y obtener alimentos.
También resultan llamativas las coles que se dan en esos mismos recipientes, y que asegura que cualquiera podría cosechar en su casa.
De hecho, en un momento en que la producción de alimentos constituye una prioridad para el país, este creativo agricultor considera que hay muchos espacios que desde el ámbito familiar pudieran aprovecharse.
«No hay que estar jubilado para a hacerlo. Una persona que trabaje, también está en condiciones de tener algo así, dedicándole una o dos horas diarias cuando llegue a su casa, antes del oscurecer».
Aunque al principio pudiera parecer complicado, afirma que en cuestión de semanas uno cambia de opinión, cuando empieza a recoger los frutos.
«Es una comodidad muy grande poder subir a la azotea todos los días, para llevar a la mesa una ensalada con hortalizas acabadas de recoger» dice.
«En poco tiempo me ha dado un resultado tremendo y cada día sigo ganando experiencia, para que las cosas me salgan todavía mejor».

 

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