Elizabeth Pérez Chávez, a quien cariñosamente siempre llamamos Eli, fue una madre fuerte, que bien supo educar a su hijo, enseñarle cómo construir su futuro pero, sobre todo, cómo reconstruirlo después de los tropiezos para seguir andando por ese largo camino de la vida. Justo en la mañana del 23 de mayo, unas horas antes de su deceso, nos comentaba sobre el tema y reía, porque sentía la satisfacción de haber cumplido bien con su deber de madre.

Y como hija, cuántas historias tienen para contar sus amigos y compañeros de trabajo, porque con su madre, que ha vivido ya más de nueve décadas, Eli no tenía reparos y la complacía hasta en los caprichos más insospechados. Para ello contó siempre con el apoyo incondicional de su esposo, un apoyo que se ganó porque supo también corresponder como tal.

Sentimos que la educación cubana, la enseñanza del Español en Pinar del Río ha perdido a Eli, pero cuando camino al cementerio pasamos frente al IPU Isabel Rubio, donde laboró hasta sus último días y vimos en posición de firme a aquella gran multitud de estudiantes y colegas que la despedían con lágrimas en los ojos, supimos que Eli germina en cada uno de quienes tuvimos la dicha de recibir de ella una lección de clases, una sonrisa, un abrazo, un beso, un consejo, o un gran libro para leer, como ese que me “pasara por Zapya” desde su tablet. Sí, porque a sus años ni la nueva tecnología la doblegó y así como supo batallar contra las adversidades de la vida, ganó destrezas con los medios informáticos y audiovisuales y con esa forma espectacular de ser se ganó también el respeto y la admiración de todos.

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