Rodolfo Rodríguez jamás olvidará aquel día en que el médico lo puso a decidir entre el trabajo o la vida.
Apenas podía hablar, la vos no le salía. “Todavía no era cáncer, pero iba camino de eso”, me aseguró.
“Yo me protegía con capas, con guantes, y aun así me había cogido el veneno”.
Por aquel entonces, Rodolfo era un renombrado productor de uvas del municipio pinareño de Los Palacios.
Cuenta que sus rendimientos llegaron a alcanzar los 1000 quintales por hectárea, con una excelente calidad.
“Teníamos racimos de 5 libras, y de este tamaño”, dice mientras ilustra con las manos.
El éxito con un cultivo muy poco difundido en nuestro país, le había abierto las puertas de las instalaciones de turismo de Vueltabajo y otras provincias.
Sin embargo, su salud quebrantada, debido a la gran dependencia de los productos químicos, lo obligaba a desistir de él para siempre.
Hombre de campo al fin y al cabo, que muy temprano decidió dejar los estudios para trabajar la tierra, recuerda que fue entonces que comenzó a indagar sobre el uso de los medios biológicos.
“Me asesoré con los técnicos, empecé a recibir instrucción en el CREE (Centro de reproducción de entomófagos y entomopatógenos) del municipio, y a ponerla en práctica”.
“La primera vez que tiré Metarhizium había una invasión de arañas rojas en el plátano que lo estaba barriendo, y al cabo de varios días, se acabó la plaga. Eso me dio ánimo para continuar aprendiendo”, rememora Rodolfo.
“Después volvió otro ataque, tan intenso que el piso del tractor estaba rojo, y fíjese que son insectos muy pequeños.
“Entre mi yerno y yo, le echamos un kilogramo de Metarhizium por cada hectárea, y al otro día, ya toda la araña estaba minada, y nunca más ha vuelto a aparecer, porque ahora el hongo está en el suelo, se hizo endémico, y me protege sin yo tener que gastar esfuerzos ni dinero. Él trabaja para mí”.
Beneficiado varias veces con la entrega de tierras en usufructo, Rodolfo posee en la actualidad 16 hectáreas de plátano, que lo convierten en el mayor productor de Los Palacios, capaz de cubrir él solo la tercera parte de la demanda del territorio para su autoabastecimiento.
Además siembra coles, tomate, yuca, boniato, frijoles. “Y todo eso sin tener que acudir a cantidades excesivas de productos químicos, que resultan costosos y dañinos para el hombre”, advierte.
A sus 64 años, reconoce que no es la tendencia que prevalece en el campo cubano. “A los campesinos les gusta ir fumigando con la mochila y ver el gusano muriéndose. Pero cuando uno hace eso, está acabando con sus enemigos, y también con sus aliados en el medio ambiente. Entonces, a los 10 días tienen más plagas todavía.
Entre ambas prácticas, reconoce que existen diferencias. “No podemos esperar que algo que funciona con el ambiente, la temperatura, el grado de humedad, haga efecto con la misma rapidez que un producto químico.
“Los medios biológicos hay que utilizarlos como dice la norma técnica, en horas de la tarde para que las altas temperaturas no los afecten, y esperar con paciencia a que trabajen”, asegura Rodolfo.
Varias veces ha compartido su experiencia en eventos. No obstante, lamenta que en ocasiones los productores son escépticos con el papel que pueden tener sobre las plantaciones determinadas bacterias, hongos, e insectos reproducidos artificialmente por el hombre.
“He estado hablando en un fórum, y detrás de mí he escuchado decir que eso es mentira, porque muchos campesinos no reconocen la importancia de los CREE. Quieren acabar rápido con la araña roja, la mosca blanca, el picudo o la primavera de la yuca, y no se dan cuenta que están acabando con todo, los organismos buenos y los malos”.
Por eso, tras haber padecido en carne propia los riesgos que entraña el uso excesivo de químicos, prefiere seguir apelando al Thurisave, el Nicosave, la Trichoderma, el Metarhizium, y otros organismos biológicos, para combatir de manera natural a las plagas que atacan su finca, con los "bichos" y los microorganismos como aliados.

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