Por vez primera en 13 años el máximo trofeo de este deporte no quedó en las vitrinas de Capitalinos o los Búfalos de Ciego de Ávila, dueños absolutos de estos clásicos durante el actual siglo. Pinar del Río —que nunca había avanzado ni siquiera a una fase semifinal— rompió con los pronósticos y se alzó con el título superando a planteles que a priori parecían favoritos, manteniendo la estela de lauros iniciada hace un lustro por los equipos femeninos de esa occidental provincia.
En su primer año al mando de las riendas de los vueltabajeros, Andrés «Tatica» González cumplió con un sueño que nunca alcanzó en su época de jugador.
El mentor pinareño demostró importantes dotes de estratega al saber identificar puntualmente las fortalezas y debilidades de su conjunto, un equipo veloz pero con desventajas en la estatura, que supo moldear a su imagen y semejanza dotándolo de un juego que se pudiera calificar como catenaccio basquetbolístico: férrea defensa y rápidos contraataques.
«Tatica» no solo encontró el punto que marcó la diferencia para sus pupilos, también hurgó en algunas de las principales flaquezas que azotan al baloncesto, rama masculina, en la actualidad: anémica ofensiva, pocas combinaciones de ataque, constantes fallos, mala puntería en los lanzamientos desde más allá del perímetro y una inexplicable inefectividad en los tiros libres. El mentor pinareño nos demostró su valía, la lección está aprendida.
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