Un veguero cuya producción no solo estuvo centrada en lo que hacía propiamente con un bate en la mano, sino en la que lograba con su carisma, y con su jovial carácter. Es realidad inobjetable, que cuando nos atribuyen algún epíteto o adjetivo, es porque de alguna manera lo merecemos.
No por gusto el inigualable narrador y comentarista deportivo Boby Salamanca bautizó a Luis Giraldo Casanova como “El señor pelotero”, a Giraldo como “Maravillas” González o Alfonso Urquiola como “El relámpago de Bahía Honda”, municipio del que por cierto, procede la adorable familia de Fernando. Logró él entonces, con su manera de comportarse, que le llamasen el “Caballero del terreno”, o simplemente “el pelotero de los niños.
Fue un privilegio para mí, haber sido compañero de cuarto con Fernando en el Motel camagüeyano “El Castillito” en el año 2007, en aquellos días en que el equipo de béisbol juvenil, dirigido por Giraldo González, recuperaba su título de campeón nacional, precisamente ante el elenco agramontino.
Meses después, debido a un aumento de su presión arterial, la salud de Fernando se vio quebrantada, sufriendo una hemorragia cerebral híper parenquimatosa. Después de ser intervenido quirúrgicamente en el Hospital Provincial Abel Santamaría, fue trasladado al “Julito Díaz”, en la capital del país.
Transcurrió el tiempo y cuando su recuperación alcanzaba ya el 97 por ciento, tres años después, sufrió un infarto cerebral que le causó daños irreversibles y su rehabilitación no fue ya la suficiente para su mejoría.
En sus últimos once años, Fernando no mereció otra cosa que el excelente ambiente familiar en el que se vio envuelto, arrullado por Juana, su compañera en la vida, y sus hijas Arlenis y Arnelis, además de la constante preocupación y cuidados del resto de la familia, incluyendo a Juan, su hermano que también incursionó con éxito en nuestras Series Nacionales.
A toda la brillante trayectoria como pelotero, se unió siempre en Fernando, su incuestionable valor como revolucionario; militante de la Juventud primero, de nuestro glorioso Partido Comunista después, merecedor del otorgamiento del escudo pinareño, entre otras distinciones recibidas.
No se olvidará pues, nunca en Fernando, su número nueve, como no se olvidará su récord de 12 impulsadas en un juego, porque aunque hoy está igualado, correspondió a él ser el primero en hacerlo y ya en diciembre cumplirá ese record 29 años. A decir del cantor, el espacio vacío que queda, cuando un amigo se va, estará siempre lleno del recuerdo eterno de los que bien quisieron a Fernando Hernández Rodríguez, cariño y afecto que supo ganarse gracias al inmenso ser humano que siempre llevó por dentro. Descansa en paz, “caballero del terreno”.
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