Hoy la humanidad celebra el día mundial de la infancia, pero tan importante fecha no puede eclipsar el hecho de millones de niños en todo el orbe que viven las consecuencias de las guerras, hambrunas y enfermedades. Ninguno es cubano.
No hay país en el mundo ha hecho más por los infantes que Cuba. Esta verdad, es reconocida en todo el orbe, incluso por los enemigos acérrimos del proyecto social cubano.
Y es que a la Revolución cubana le nace el humanismo para darlo todo por ellos. Durante más de medio siglo de transformaciones, los niños han sido el centro de un gigantesco esfuerzo enrutado al porvenir.
Manitas, ojos curiosos, el cariño sin límites y la inteligencia descubierta son placeres indescriptibles que regalan los más pequeños en esta isla.
Una revolución verdadera cambia todo cuanto tenga que ser cambiado: 600 mil niños sin escuelas, diez mil maestros sin trabajo y un millón de analfabetos absolutos fue el panorama que la Cuba anterior a 1959 podía ofrecer a sus infantes. La Revolución cubana lo cambió todo.
Sufren los detractores internos y externos de esta obra, plena de verdad y hechos concretos; intentan engañar al mundo, señalando las manchas, pero no pueden ocultar el hecho de saber que los infantes cubanos tienen médicos, que sus madres están protegidas por el estado y que sus necesidades básicas están garantizadas.
Al genocidio de un bloqueo, real y presente en la vida de cada ciudadano cubano, se opone la firme voluntad de un país que puede celebrar con gusto el día mundial de la infancia, pleno de sonrisas infantiles, tan abundantes en esta tierra.
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