Las transformaciones, para beneplácito de muchos, provocan que el pinareño ame más su tierra y las personas que lo rodean, pues belleza e historia van de la mano.
El pinareño reconoce y agradece los cambios porque a pesar de las dificultades, las autoridades políticas y gubernamentales ponen empeño para que la urbe gane en esplendor.
La capital vueltabajera, 152 años después de su nombramiento por mandato real de la reina Isabel segunda de España de “Ciudad” sigue creciendo y renovándose continuamente, sus plazas, parques e instituciones ganan en esplendor. Quienes en ella conviven o la visitan lo agradecen porque la aman así sencillamente nuestra.
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