Cada día son más los que se mudan a este ciberespacio o los que desde el mundo real, nos enajenamos en la aldea de las redes sociales.
El paisaje 2.0 acerca a los que estamos lejos geográficamente y por esas paradojas de la vida está alejando a los que estamos cerca. Los usuarios preferimos dar un me gusta, hacer un comentario o compartir determinado suceso. Estas son acciones que en las relaciones interpersonales, físicas, existen y a veces nos inhibimos de realizar pero en la otra dimensión del yo en que vivimos, nos resulta desenfadado hacerlo.
Qué decir de los que practican el morbo o la desidia o de los trolls que provocan con sus comentarios o sus Fake News que reafirman hasta el cansancio determinado hecho, para servir a intereses personales o de terceros.
Abundan también los clones que te suplantan y en tu nombre ofenden o denigran de tu propia persona.
La jungla cibernética en la que se mueven hoy nuestros hijos, ávidos de relaciones interpersonales, está llena de riesgos y de provocaciones que a veces subestimamos. También los que llegan tarde a los artilugios de la comunicación online, los llamados migrantes tecnológicos, se encuentran con un mundo que no dominan y en ocasiones los subyuga abandonando deberes de su agenda diaria.
Los cubanos que siempre vimos lejana la llegada de internet observamos cómo se transforma la jerga popular con nuevos términos y variadas implicaciones.
Quizá sea por ese efecto que nos llega retardado e intempestivo y queremos consumirnos en sus vericuetos como exploradores, para encontrarnos en otra perspectiva.
No se trata de negar la realidad que ya nos copa, sino de saber asumirla, poner el sentido común en función de la comunidad paralela en la que nos desenvolvemos.
Ser cada vez más auténticos y prevenidos, sin inocencias o excentricismos en las llamadas redes sociales. Que no venza aquel aforismo de Albert Einstein, de que un día la tecnología sobrepase a nuestra humanidad.
Levantarnos con el pie derecho, abrir la ventana de nuestra casa y salir a conquistar amigos con los que podamos compartir, decirles cuánto nos gusta lo que hacemos y hacer un comentario sobre, ésta, nuestra realidad, siempre será mejor que mantenernos eternamente “en línea”.
1- Que no debe utilizar un lenguaje ofensivo.
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