Día para celebrar grandes conquistas

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rural 01Desde aquel 31 de marzo de 1959, en que el Comandante en Jefe, Fidel Castro, protagonizó la primera entrega masiva de tierras hecha por la Revolución en el poblado de Las Martinas, el pueblo de Pinar del Río supo que por fin, su vida había comenzado a cambiar.
Esta había sido hasta entonces, la provincia más pobre de Cuba.
El propio Fidel, lo reconocería en uno de sus discursos: “Ninguna región del país fue más olvidada y ninguna población de Cuba fue objeto de mayor indiferencia”.
De ahí la decisión de escoger a Vueltabajo para lo que sería el preludio de la Ley de Reforma Agraria, que se promulgaría varios meses después y significaría una transformación radical en las condiciones de vida de los hombres y mujeres del campo.
Según las estadísticas, hasta ese momento, más del 85% de las fincas de la provincia no les pertenecían a quienes las trabajaban. O sea, que el esfuerzo de decenas de miles de familias beneficiaba sobre todo a latifundistas y compañías extranjeras.
Ante esa dramática realidad, Fidel afirmaría que Pinar del Río “era la sede de los peores, de los más reaccionarios y los más avaros latifundistas”.
Tras aquella jornada memorable en Las Martinas en 1959, en que 340 campesinos se convirtieron en dueños de las tierras que labraban, la Revolución triunfante comenzaba a dar cumplimiento a uno de los puntos más apremiantes del programa del Moncada.
Las transformaciones, a partir de entonces, no cesarían. Indignado ante la historia del desalojo de El Rosario, en Viñales, Fidel impulsó la construcción de viviendas en aquel mismo lugar, para que quienes habían sido expulsados por los latifundistas, pudieran regresar.
A esta hermosa experiencia, le sucederían otras comunidades y el esfuerzo constante para mejorar las condiciones de vida de las zonas rurales del país.
Así surgieron escuelas, círculos infantiles, consultorios médicos y policlínicos, instalaciones deportivas y un sinnúmero de obras más, destinadas a dignificar la vida del campesinado cubano.
Antonio Barrios es uno de tantos pinareños que puede dar fe de ello. Cuando triunfó la Revolución, era un joven analfabeto.
“En la escuela no había podido llegar a nada. Mi familia era muy pobre, así que con nueve años ya tenía que arar la tierra para ayudar a mis padres”, recuerda.
Por ello, feliz de cuanto ha ocurrido con su patria en las últimas seis décadas, en que los niños jamás han tenido que abandonar las aulas para trabajar, este 10 de diciembre, asegura que en los campos de esta Isla caribeña sobran motivos para celebrar el Día de los Derechos Humanos.

 

 

 

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