Ante el escenario actual del mundo y los desafíos derivados de las transformaciones de nuestra sociedad, la lucha que se nos plantea es esencialmente cultural y transita por las ideas, la defensa de la identidad y la aspiración a un desarrollo espiritual superior que se exprese en valores humanos y revolucionarios.
Esa convicción fue compartida por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, al intervenir ayer en la reunión anual de balance del Ministerio de Cultura, efectuada en la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes.
El foro, conducido por el titular del organismo, Alpidio Alonso, culminó el proceso de análisis crítico de la gestión de las instituciones, empresas del sector y los territorios que tuvo lugar desde principios de año y aprobó las líneas estratégicas y las prioridades para la etapa que se inicia.
En el centro de atención del Ministerio están el fortalecimiento del sistema institucional, la erradicación de las insuficiencias en la programación, la intencionalidad en la orientación y satisfacción de las demandas de los diversos públicos, la protección y promoción de los valores patrimoniales y el salto cualitativo que se espera en la proyección internacional de la cultura cubana.
A este balance llegó el organismo con la elaboración colectiva y la aprobación del Programa de Desarrollo Cultural, herramienta que define e integra los objetivos y tareas para el decenio que se avecina.
Sobre ese requerimiento, y la necesidad de profundizar en la conceptualización y actualización de la política cultural, a partir de los principios enunciados por Fidel en las Palabras a los intelectuales de 1961, discurrió la doctora Graziella Pogolotti, quien también planteó como asunto impostergable abordar las contradicciones entre la democratización de los valores y bienes culturales y la intromisión del mercado.
Destacados artistas e intelectuales invitados a la reunión expusieron valiosos puntos de vista y lanzaron señales de alerta en torno a distorsiones de las jerarquías culturales originadas por incoherencias en la programación y deficiencias en la gestión de las empresas.
El Ministerio reconoció retrocesos en los niveles de apreciación del arte en amplios segmentos de la población, acentuados por limitaciones en la comunicación e integración institucional y una débil interlocución con otros organismos. Ello muchas veces conduce a la reproducción acrítica de modelos culturales incompatibles con la sociedad que defendemos.
Tanto en la música como en las artes escénicas tendrá que llevarse a cabo una evaluación rigurosa de proyectos, espectáculos, catálogos y artistas que se vinculan a las instituciones y empresas del sistema, así como a entidades de otros organismos dedicadas a la comercialización de servicios artísticos, lo cual, unido a un eficaz funcionamiento de los consejos y comisiones técnico-artísticas, debe contribuir a garantizar la calidad de la programación para diferentes públicos y el cumplimiento coherente de la política cultural.
Hubo dos intervenciones medulares, las del musicólogo Jesús Gómez Cairo y Helmo Hernández, director de la Fundación Ludwig de Cuba; una acerca de la necesidad de abordar, desde la horizontalidad, los procesos culturales; y la otra dirigida a llamar la atención sobre la recuperación del liderazgo de las instituciones y avanzar mediante la participación de especialistas, artistas e intelectuales en el perfeccionamiento de los programas educacionales.
Todos estos esfuerzos, precisó Díaz-Canel, deben tomar en consideración un contexto en el que se nos trata de imponer como matriz la supremacía del neoliberalismo, la hegemonía del mercado y el fracaso de las ideas socialistas.
Frente a tales pretensiones solo cabe un trabajo más eficiente de las instituciones, favorecer la transparencia y la participación, y propiciar sistemáticamente el debate y el diálogo con los creadores.
Los cuadros del sector cultural deben poseer dos condiciones indispensables: sensibilidad e inquietud revolucionaria; atender los problemas a tiempo y no postergar respuestas ni soluciones.
Llamó a combatir el facilismo en la programación –se dan casos en los que una persona decide, privilegia la mediocridad y el mal gusto– y a que, en el caso de las empresas y agencias, se cumplan debidamente las funciones, pues hay algunas que no representan a los artistas, ni los promueven y sin embargo cobran porcentajes inmerecidos. Cada vez que una institución funciona mal, se sirve en bandeja de plata la oportunidad a los que quieren desmontar el sistema institucional de la Revolución.
Al comentar el triunfo del Sí en el referendo constitucional, Díaz-Canel precisó cómo se abre una nueva etapa, puesto que habrá que trabajar en leyes y normas jurídicas complementarias que posibiliten hacer realidad los preceptos aprobados. En ese proceso tendrán que participar las instituciones y los creadores.
Asimismo, abordó en su intervención el papel de la crítica artística y literaria. Cuando esta no se ejerce, apuntó, se pierden jerarquías y se abren puertas a la banalidad y la mediocridad.
El Presidente valoró la seriedad con que el Ministerio asumió la fundamentación del Programa de Desarrollo Cultural e instó a sus directivos a hacerlo efectivo. Para ello tendrá que ser conocido e incorporado a las prácticas institucionales y las acciones cotidianas a lo largo y ancho del país.
Por ACN
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