Tras un siglo y algunas décadas la joven ciudad, princesa de Cuba, devino testigo del infranqueable retorno del tiempo. Envejecida, descolorida e inmersa en un triste aura recibía cada mañana a sus moradores o visitantes como quien no tiene más que ofrecer que amor maternal.
No obstante, en el contexto del aniversario 150 del nombramiento de Pinar del Río como ciudad, la cabecera provincial estuvo inmersa en un proceso de reanimación que tuvo como principal fin devolverle a la ciudad el resplandor y la alegría de antaño. Mustias paredes recobraron el esplendor, mientras otros locales cedían a diseños más contemporáneos.
Tanto valor atesora el territorio que algunos de sus sitios, edificaciones y elementos naturales han sido declarados Monumentos Nacionales por su significación cultural, histórica y social, entre ellos: el Valle y Poblado de Viñales (también Patrimonio Cultural de la Humanidad), el poblado de Mantua, Ceja del Negro, la Casa Museo Hermanos Saíz, la Palma Corcho, la Gran Caverna de Santo Tomás, la Cueva de los Portales, el Bosque de Piedra Isabel Rubio y el Pozo 2─ Mina Capitán Alberto Fernández Montes de Oca.
Estas y otras razones hacen de Pinar del Río un sitio de interés para quienes provienen de otros territorios de país. No obstante aun queda mucho por recuperar, en el plano de lo tangible y lo inmaterial, para hacer de la urbe un sitio más atractivo y hospitalario.
Resulta innegable que la imagen de la ciudad ha logrado una transformación vertiginosa en apenas tres años. Muchos inmuebles resurgieron del olvido para engalanar las arterias principales tales como el palacio de Wash, hoy museo provincial de Ciencias Naturales Tranquilino Sandalio de Noda, o el Museo Provincial de Historia.
Muchas instituciones culturales reabrieron sus puertas con mayores niveles de confort. Sin embargo otras locaciones insignes de la ciudad aun permanecen en la incertidumbre como es el caso del Hotel Comercio hoy en ruinas en el centro de la calle principal.
Igual ocurre con las tradiciones. Inmersos en la globalización y reproducción masiva de culturas homogéneas hemos quizás olvidado lo más enraizado a nuestras costumbres autóctonas olvidando así lo que nos hace diferentes y especiales.
Corresponde a las autoridades del sector de la cultura buscar alternativas capaces de rescatar la autenticidad del vueltabajero y transmitirla a las nuevas generaciones. Muchos pudieran ser los ejemplos pero hoy mencionaré solo las retretas antes cotidianas, los conciertos al aire libre, las ferias de San Rosendo.
Es preciso investigar a fondo y rescatar del olvido para que las acciones desarrolladas hoy por el rescate de la elegancia e imagen no desdeñen la historia, pues corremos el riesgo de reconstruir una ciudad sin recuerdos, sin identidad.
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