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“Patria Grande” -ya el martiano nombre deja sentada su militancia-, es un festival de la herejía, de esa música proscrita en los grandes circuitos mediáticos, esos monopolios del capitalismo globalizado que nos imponen una seudocultura light, desmovilizadora, efectista, deshuesada, que pretende borrar las culturas de los pueblos, la poesía enriquecedora, humanizante, humanizada.
Si bien el cintillo de este festival lo propone como “de rock” (y en principio lo es), este evento desborda el término –como la realidad de nuestras culturas- y nos propone una gran diversidad de sonoridades desde las que se expresan los pueblos de una América nuestra y nueva; es en realidad lo que podríamos llamar un festival de la canción “alternativa” si no estuviera tan tergiversado, simplificado y prostituido el cartelito; de manera que prefiero llamarlo festival de una canción poética que emerge variopinta en todo el continente, echando mano a cuanta sonoridad impera en el mundo de hoy –tanto a flor de medios imperiales, como en el subsuelo creativo-, y desde una visión indagadora, descolonizadora, que tiene por vocación el estudio de las expresiones folklóricas. De ahí una amalgama que lo mismo trae de rock, que de jazz, que de rap, que de chacarera, son, blues, reggae, cumbia, y todo cuanto han venido tejiendo las disímiles culturas que ahora re-emergen.
Tras un buen período de desmemoria en el Sur, marcado en lo político por las dictaduras y modelos neoliberales que intentaron extinguir nuestras culturas, suplantándolas con la invasión mediática de la mass culture de consumo –o sea la feroz ideología de la    desideologización- ha llegado como respuesta la era de la rebeldía.
Tomado del  Caimán Barbudo
  

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