Los trabajadores de la salud en Mantua conmemoraron la fecha del tres de diciembre, Día de la Medicina Latinoamericana. Del mismo modo reconocieron la calidad y los valores éticos de quienes se entregan cada día al bienestar del pueblo.

En nombre de los galenos, enfermeras y técnicos el doctor Andy de la Vega, jefe de Asistencia Médica en Mantua, reafirmó el carácter humanista de la medicina cubana, la vocación internacionalista de sus profesionales y la decisión de ser fieles a las ideas de líder de la Revolución cubana.

 Recuento de un tiempo de lucha por la vida

Finlay, descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla, fue el médico cubano con el coraje y la fortaleza de espíritu suficientes para defender ideas por el bien de su pueblo y de la humanidad. Su nacimiento el tres de noviembre de 1833 marca el Día de la Medicina Latinoamericana.

Hace 187 años después, Cuba hace honor a su legado en un escenario de carencias materiales en el sector de la salud, provocadas mayoritariamente por el genocidio que supone el bloqueo norteamericano, pero también en medio incontables iniciativas por mantener los estándares de salud de la población. Este futuro soñado por Finlay, aunque difícil, es un acto de amor que solo no pueden ver los que llevan en el alma el sello de los ingratos.

A los grandes retos de vivir sin tener precio, la medicina de esta isla hubo de asumir la épica batalla contra la Covid 19. Corrían los meses de marzo y abril del 2020 y el mundo se dividió en torno a Cuba. Los frustrados apostaron por la posibilidad de que el virus pusiera de rodillas a su sistema de salud; los agradecidos vieron en el potencial de sus médicos y científicos una perspectiva para vivir.

Y es que, esta nación y sus profesionales de la medicina, no solo han sido capaces de mantener a raya a la más mortífera pandemia de los últimos 50 años; también se fueron a curar al mundo, desde las regiones más pobres del planeta, hasta la rancia Europa, donde aún solicitan su presencia.

Son hechos inobjetables, que la ciencia cubana tuviera la primera respuesta efectiva a escala mundial contra el coronavirus, y está a punto de dar a su pueblo y al orbe, dos vacunas, soberanínimas, que seguramente devolverán a millones de seres humanos los sueños coartados por el pequeño gran homicida de estos tiempos.

Nada de esto sería posible, sin la capacidad de un país para determinar el rumbo más acertado de sus escasos recursos materiales y financieros, en medio de época tan difíciles. Tampoco sería probable sin la calidad de los recursos humanos formados durante 60 años.

Los medios nacionales y extranjeros acaban de dar la noticia: la brigada internacional, “Henry Reeve” ha sido nominada al premio Nobel de la Paz. En cada cubano que valore el esfuerzo de sus galenos, dentro y fuera de las fronteras de la patria, hay sano orgullo por el reconocimiento de líderes mundiales, pueblos que hablan otras lenguas, políticos e intelectuales.

Al margen de un galardón, que han recibido algunos de los más controvertidos personajes de la historia reciente, estará siempre el homenaje de los pueblos a quienes continúan plantando la esperanza, a los de las Batas Blancas del Caribe: los médicos cubanos.