Martí y la necesidad actual de sus ideas

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Mi generación es martiana, pero  en honor a la verdad, adoleció del contacto con la dimensión humana del Apóstol.  Pertenezco a una época de respeto sacrosanto y palabras comedidas por los héroes, y aunque fue mejor que los olvidos presentes, tal rectitud hizo que viéramos en ellos un dechado de virtudes inalcanzables

Como al Che Guevara, Martí fue presentado a los de mi época en una talla  sin faltas ni borrones, y puede que esta sea la causa por la que muchos renunciaron a emular con la parábola que enmarcaba su existencia.

Martí el apóstol 2Años de búsqueda y lecturas me hicieron percatar de una realidad paralela: descubrí los textos que lo hacían humano, supe de sus fortalezas y debilidades; sus frustraciones, ansiedades y temores. Fue un modo muy personal de conocerlo y saberlo como el resto de los mortales: un ser de carne y hueso.

Con Martí aprendí a reconocer el sol por encima de las manchas, a amar la libertad como el bien más preciado y a ser valiente de palabras y hechos, sin dejar de ser humilde, expresivo y generoso.

También aprendí que, al igual que la hierba del monte que cura cientos de dolores, Martí es la fórmula para comprender los tiempos presentes y futuros,  para vestirnos de filosofía misionera, ceñir la armadura del guerrero y lucir su ternura y su empatía,  sentimientos que, sin dudas, están destinados a salvar el mundo.

Por estos días se habla de retomar la obra martiana en nuestras escuelas primarias, secundarias y en las universidades. Se pide regresar al Maestro, al hombre que los cubanos queremos de llamar, Apóstol, y saludarlo todos los días con reverencia cómplice.

Y creo que no faltan razones para hacerlo porque la urgencia de su pensamiento es real, y aunque parezca asunto difícil se puede lograr el contacto con su humanidad y su hombradía desde el magisterio de los buenos.  

Martí el apóstol 3José Martí ha de tener flores en su busto  y sus fotografías han de estar presentes en las aulas, las casas y las fábricas de su patria.  

En ninguna escuela de esta isla puede faltar un círculo de estudio sobre su  vida y obra; porque a Martí hay que acercarlo a los niños y jóvenes, en carne y hueso, y no desde la frialdad del mármol: a Martí hay que mostrarlo en su altísima dimensión de intelectual, estadista y fundador, pero también en sus  resoluciones de hombre, amigo, enamorado respetuoso del sexo opuesto y comprometido con su patria y su bandera, si queremos que las nuevas generaciones se identifiquen con sus sueños.

¿Volver a Martí? En realidad debemos correr con urgencia a rescatarlo y salvarlo  del ostracismo, de la formalidad y de los textos empolvados. A Martí debemos situarlo en mitad del aula, y no en el rincón oscuro, detrás de la última fila, donde los chicos podrían no percatarse de su presencia.

No se es martiano por solo citar sus frases, sino por practicar el evangelio de su vida,  y no se ama a esta ínsula si no se quiere con respeto  y se defiende la dulce memoria del hombre de la Edad de Oro, porque, Cuba sin Martí, no es Cuba.

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