Celia vive en el corazón del pueblo

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kihiLa flor autóctona de la Revolución, madre adoptiva de los cubanos, son apelativos con los cuales los nacidos en esta isla recordamos a la combatiente eterna, amiga, hermana Celia Sánchez Manduley.

A 40 años de su muerte en La Habana, el pueblo sigue recordando a la legendaria combatiente, con la flor de mariposa tras la oreja, como las mambisas que enunciaban con esta acción su presteza para servir en cualquier frente.

Desde siempre motivada por el ejemplo de su padre, amo la justicia y la verdad, ella  fue mucho más que la temeraria heroína, capaz de disfrazarse de embarazada o de arrastrase entre las espinas para burlar una persecución feroz.

Quienes la conocieron de joven rememoran los momentos cuando salía a repartir juguetes por el pueblo, comprados con los ahorros de todo un año ahorrando, hacia alcancías para cuando llegara el 6 de enero.

Norma, Carmen, Liliana y Caridad fueron sus seudónimos en la clandestinidad, que evocan aquellos momentos de lucha.

Su huella quedó registrada en muchos diseños como el de los uniformes escolares, las guayaberas para mujeres, los safaris, y con la concepción de sitios como la Comandancia General de la Plata, el Parque Lenin y el Palacio de Convenciones.

Aún recuerdo como personas enunciaban el momento de su ayuda, solo nombrarla era un aliciente para los necesitados: “Voy a escribirle a Celia” era frase de sentencia que anunciaba la esperanza.

Ese fue otro rasgo que la hizo inmensa, su capacidad para estar pendiente del detalle, de lo que parecía más mínimo.

Del mismo modo impecable en que se desenvolvió en la lucha clandestina; después del triunfo revolucionario no hubo obra social orientada por la dirección del país a la que Celia no dedicara total entrega.

A cuatro décadas de su muerte  Cuba la recuerda humana, amiga, madre, combatiente.

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