“En una ocasión coincidió que estábamos en la mapoteca estudiando para un examen que teníamos, allí era donde se encontraban todos los planos y de pronto, inesperadamente, abrieron la puerta y oímos una voz que dijo: ‘¿Interrumpo?’. Era él, el Comandante. Entró con un presidente de otro país que no recuerdo ahora. ¡La cosa es que nos pusimos en pie y serios como soldados!”

Esa fue la primera vez que el arquitecto Roberto Soto Carbonell coincidió en espacio y tiempo con Fidel. Se encontraba en los puestos de mando de la agricultura que radicaban en La Habana. Según él, “desde allí se gestaban todos los planes de desarrollo agropecuario de los años 60’ y 70’.

“Nosotros éramos parte de un grupo de alumnos de la Escuela de Arquitectura que nos preparábamos en Planificación Física, precisamente una idea surgida de él porque hacía falta personal universitario en esa especialidad”.

Cuenta Soto, que el mismo Fidel comenzó a explicarle a aquel presidente sobre los proyectos y a mostrarle los planos, y que luego llegaron los escoltas, quienes ya le resultaban conocidos al grupo de estudiantes de tantas veces que se veían allí.

“Cuando ya se iba, a cada uno de nosotros nos fue poniendo la mano en el hombro y nos preguntaba cómo estábamos saliendo en los exámenes mientras le explicaba al visitante sobre la importancia del ordenamiento territorial para lo cual estudiábamos.

“Y fue un momento emocionante. ¡Que el Comandante nos pusiera la mano en el hombro nos causaba una emoción grandísima!

Años más tarde, Roberto Soto Carbonell, volvió a estar muy cerca del líder de la Revolución cubana, cuando la inauguración de la autopista en Pinar del Río.

“Esos momentos quedaron grabados en mi mente para toda la vida. Yo –dice este planificador físico- estoy en el grupo de los agradecidos, porque me siento orgulloso de haber coincidido con él”.