Medio siglo para plantar bosques

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forumSi en 1492, cuando las naves de Colón tocaron tierra cubana, alrededor del 90% del territorio que el gran almirante confundió con Cipango estaba cubierto de árboles, cuatro siglos después esa cifra se había reducido al 54%.
La tala para construir viviendas, iglesias, embarcaciones, fortalezas, le fue arrancando pedazos a aquel bosque inmenso que crecía desde el borde mismo de la costa, y también la limpia de áreas para fomentar la ganadería y los cultivos.
Al triunfo de la Revolución, el panorama era aún más dramático: la superficie boscosa de Cuba cubría menos del 14% del territorio nacional.
“Desde la colonia, hasta 1959, hubo una deforestación muy grande”, asegura la doctora en ciencia Milagros Cobas. “Apenas quedaban bosques, ni existían profesionales capacitados para fomentarlos y darles mantenimiento”.
De ahí que entre las urgencias en el plano ambiental, el nuevo gobierno liderado por Fidel, iniciaría un valioso programa de reforestación que incluyó, entre otras acciones, la creación hace 50 años, de la carrera de ingeniería forestal.
El doctor en ciencia Rogelio Sotolongo, quien dirige la especialidad en la Universidad Hermanos Saíz Montes de Oca de Pinar del Río, recuerda que el primer intento de capacitar personas para el fomento de bosques en el país, data de 1933, cuando se creó la escuela de silvicultores Conde de Pozos Dulces, ubicada en La Habana.
Sin embargo, su impacto no pudo ser más discreto. En el lapso de un cuarto de siglo, solo graduó 106 estudiantes, de los cuales apenas 26 se dedicaron a ejercer la profesión.
Sotolongo rememora que con la Revolución, y la implementación de una verdadera política encaminada al desarrollo forestal, surgió la necesidad de preparar una fuerza técnica que garantizara el éxito del programa.
“En 1967, se fundó el Instituto Tecnológico Forestal Invasión de Occidente, para la formación de técnicos medios y obreros calificados, en la meseta de Cajálbana, perteneciente al municipio pinareño de La Palma”.
Dos años después, se iniciarían los estudios de ingeniería forestal en la Universidad de la Habana, aunque no por mucho tiempo, pues en 1973 la carrera se trasladaría también hacia Cajálbana, adscrita a la Universidad Hermanos Saíz Montes de Oca.
Desde entonces, Pinar del Río se convertiría en el centro rector de una especialidad que le ha valido renombre internacional.
Hasta el año 2003, la universidad pinareña fue la única del país donde se cursó la carrera, y aunque a partir de ese año se sumarían las de Guantánamo y Granma, y posteriormente (2014) la de Sancti Spíritus, la casa de altos estudios de Vueltabajo sigue siendo un referente de la enseñanza forestal.
Más de 2000 graduados entre cubanos y extranjeros, procedentes de unos 25 países; la carrera, la maestría y el doctorado evaluados de Excelencia por la Junta Nacional de Acreditación; una revista especializada; un Centro de Estudios Forestales, y un evento internacional que convoca cada dos años a estudiantes, profesores e investigadores, figuran entre los logros que hoy exhibe la institución.
Más allá del plano académico, su contribución ha sido decisiva para el aprovechamiento de los bosques de manera sostenible. Así lo prueba el hecho de que la superficie del país cubierta de árboles ha crecido a más del 32%.
“La gran mayoría de los profesionales que trabajan en la base o que dirigen la proyección de la actividad forestal, pasaron por nuestras aulas”, advierte la doctora en ciencia Milagros Cobas.
Por otra parte, la labor investigativa, la actualización constante de su claustro y de los planes de estudio, y el vínculo con importantes universidades de Europa y América Latina, ha propiciado la introducción de técnicas novedosas, el cuidado de especies amenazadas, y un mejor aprovechamiento de los recursos del bosque.
“Entre ellos, destaca el procedimiento para la extracción de la resina de pino sin dañar la madera, y su procesamiento industrial, el uso de tubetes en los viveros, el mejoramiento genético para la producción de semillas, y la recuperación de la guayabita del pinar, una planta que llegó a estar en peligro de extinción”, señala el doctor en ciencia Daniel Alvarez.
Otros aspectos importantes han sido el estudio de un amplio espectro de maderas, para su utilización en la fabricación de muebles entre otros usos, y las mejoras en la obtención del carbón.
“En nuestro país existe una cultura de siglos en esta actividad, pero actualmente se han perfeccionado los métodos y procedimientos para la producción y el control de calidad, algo que ha convertido al carbón en uno de los rubros exportables fundamentales de la rama forestal, con un mercado seguro en Europa”, añade Daniel.
Quién sabe si Fidel, cuando escogió a Vueltabajo para ubicar la escuela donde estudiarían los primeros técnicos encargados de fomentar la plantación de árboles por toda Cuba, soñó que aquel era el origen de una institución que medio siglo después continuaría haciendo ciencia y formando una valiosa fuerza profesional cada vez mejor preparada.
Probablemente sí, teniendo en cuenta su capacidad para avizorar el futuro, y para sembrar ideas que sobreviven al tiempo, como los bosques majestuosos de la serranía pinareña.

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