Amor, amor, si me escuchas y me puedes ver

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amor amor 2Dicen, y no sin razones, que los tiempos que corren apuntan al cálculo, la frivolidad y el estereotipo; y que ya no hay nada que agregar  al panorama emocional de las personas, como no sea el ABC de lo superficial y lo pueril.

Dicen también que los amores de hoy personalizan amarguras, trastornan ideas y pintan los días de gris.  Y que ese afecto, tan añorado como efímero, se resiste a habitar en el  corazón de esta época.

Somos lo que tenemos, o al menos, así  nos lo dicta el sol cada mañana.  Y por difícil que sea el estrago inexorable de esta enfermedad terminal, es necesario aceptarlo, para que exista la posibilidad de combatirla.

El fin del amor, podría marcar el fin de los tiempos, porque el amor tiene tantas fases que prescindir de su bendición presagia  cataclismos.

Algunos, de tan materialistas, se empeñan en definirlo como, un estadío evolutivo de supervivencia que suele unir  ante las amenazas y garantiza la continuidad de la especie.  

Para Abraham Maslow,  uno de los fundadores y entre los principales exponentes de la psicología humanista, (…) es imposible la salud psicológica a no ser que lo esencial de la persona sea fundamentalmente aceptado, amado y respetado por otros y por ella misma.

En tal sentido, sin confundir amor propio con narcisismo, hay quienes afirman que, el patrón actual valida el exceso de aprecio que algunos tienen de sí mismos sobre el  respeto y la estimación que han de sentir por otras  personas.

Pero, según lo que se considera  “normal”, el amor es la máxima expresión de reconocimiento y  respeto, deslindado del renombre, la notoriedad y la lisonja. Entonces, ¿Qué devoción podría sobrevivir a la indolencia y a los intereses lucrativos que van y vienen, cercenando la creación y enmudeciendo la vida?

Los seres humanos somos rebeldes por naturaleza, como para no aceptar que el escenario hasta aquí descrito sea el presagio de un futuro y que, los idilios extraordinarios, que escapan de toda norma y  sentido moral,  hayan quedado  para adornar libros  barrocos que ya nadie quiere leer.  

No es idealismo: cada época tiene un Tristán y una Isolda, y es urgente pensar que, de algún modo diferente, no comprendido,  pero en verdad poderoso, el amor entre  un hombre y una mujer continuará hasta el fin de los tiempos, porque, de otra manera, la vida no tendría sentido. Rescatar el sentimiento mayor, es el  primer esfuerzo por salvar al mundo.

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